Los diversos partidos políticos tienen muchas cosas en común entre ellos, cada uno posee una función específica dentro del Estado y hasta cada uno debe respetar una misma disciplina partidaria. Todos los partidos, tanto los ubicados a la derecha como a la izquierda del Capital, deben obediencia a una autoridad superior que es el Partido del Estado, organización e idea a la cual pertenecen inevitablemente. El Estado, justificado por el paradigma de la dominación justa, que defiende que la voluntad de las personas puede ser representada por una minoría, es el verdadero partido al cual se deben todos los políticos y demás defensores del orden existente.
En lo admitido por ese paradigma de la dominación justa es en donde se mueven los defensores del partido del Estado. Además de los militantes orgánicos del partido del Estado, están los no-orgánicos, que incrementaron su número tras la derrota de las últimas luchas populares vinculadas al fin de la industria y el nacimiento de las finanzas como sistema global único. Creyentes de todo tipo, bajo intereses variados pero con una característica en común (ciertos límites dentro de los cuales pensar y actuar), los defensores del Orden estatal y capitalista son el verdadero ejército de reserva del dominio.
Si bien hay diferentes formas y opciones de defender lo establecido, como la cobardía o la desidia, hay algunos modos vinculados a las tecnologías de recuperación estatal. Recuperar se refiere a re-encauzar luchas, intenciones o fuerzas díscolas, hacia “adentro” del sistema para normalizarlas y controlarlas. En este sentido, dentro de la prensa uruguaya encontramos buenos ejemplos de eso. Es más fácil interpretar el rol de mercenarios descarados como algunos periodistas de El País o El Observador, más difícil, sin embargo, es interpretar a otros, cubiertos por falsos motes de crítica, como en el caso de Brecha. Le podría llamar la atención a alguien distraído el silencio de este medio por los últimos ataques del Poder a ciertos movimientos sociales de corte antiautoritario. La forma de intervenir de este periódico fue el silencio.
Cuando una acción ofensiva es verdaderamente radical (que va a la raíz), y a la vez, está fuertemente arraigada en lo social, es difícilmente tratable por estos medios como un objeto-monstruo, tal como hacen los medios de la derecha. Ahora, tampoco puede ser tratada con profundidad por redacciones para las cuales el pensamiento crítico es simplemente palabrería con un toque de “respeto por las instituciones democráticas”. En fin, los intereses se chocan, el paradigma no lo soporta, no saben qué hacer con eso y entonces mejor callan.
El tema acá, entonces, no es denunciar el silencio sino reflexionar acerca del dispositivo prensa en Montevideo y cómo este funciona realmente. La profundidad no vende y es por eso que los diarios de derecha no se explayaron acerca de los dos allanamientos conjuntos y las personas llevadas a inteligencia, pues seguramente los hechos no encontraron espacio en el espectáculo de estos días. Pero el desalojo de la Solidaria, la reivindicación del corte de calle, los allanamientos o los ya ocho detenidos, no fueron realmente tratados por el “Periodismo independiente de izquierda”, pues los llevaría a hablar de aquello que está más allá de los límites que se permiten los defensores del partido del Estado. En todos los medios siempre es el mercado el que determina qué tema elegir y hasta dónde ampliar la crítica, en el caso de unos, es un tema más de show business, y en el de otros, de no dañar sensibilidades e intereses dentro de la redacción y sus vínculos.
Más allá de tal o cual plumífero o tal o cual medio, es muy importante siempre tener en cuenta que no se trata de verdad u objetividad. No se trata sólo de qué medio miente descaradamente o cual sí publica tal o cual cosa sino más bien de los límites impuestos por la falsa crítica, la crítica llana, mediocre y condicionada por el devenir capitalista. Hablar de los manifestantes seriamente sería hablar de la desobediencia real a la propiedad privada y no de las escusas cínicas para respetar los modos permitidos. Hablar seriamente de los cinco años de la Solidaria sería hablar de la capacidad de crear reglas sociales opuestas al Estado, de cómo éstas se generalizan y cómo luego son respetadas.
A los sectores más reaccionarios de derecha o izquierda les puede ser más fácil, se crea un monstruo, se miente y se dibuja la realidad que se desea imponer, pero a los que más se le complica es a los medios de una izquierda intelectualizada que se reivindica como crítica. La elección de mirar para otro lado mientras hechos que cuestionan realmente lo establecido se suceden es a veces la única opción para los defensores de una crítica nada profunda. Si sólo “salen a la luz” aquellos hechos que pueden ser asimilados por la normalidad, la tranquilidad de su conciencia queda asegurada. En este caso, las posibilidades de tratar el tema críticamente cuestionaba el rol de los defensores de lo establecido. Si, en cambio, las cosas quedaban como simples hechos vandálicos con alguna justificación lejana pero mal resuelta, todo era más fácil.
Los defensores del orden capitalista actual, así como sus falsos críticos deben ser puestos en cuestión. Debe ser pensada la crítica, tanto la verdadera como aquella con demasiados compromisos con aquello que debe cuestionar. El pensamiento crítico siempre es también un acto de desobediencia y cuando los jefes, formales o no, son lo que se debe poner en cuestión, la cosa no funciona si no se tiene el suficiente valor. No cabe exigirle que hagan bien “su trabajo” a este tipo de proyectos falsamente críticos sino comprender cuál es su verdadera función, independientemente de tal a cual momento, o tal o cual periodista.
Los defensores del partido del Estado han elegido bando hace rato, algunos son militantes orgánicos, otros no-orgánicos y algunos de ellos militantes de la recuperación, obedientes por voluntad o no disenso. Otros, tendrán el valor para pensar realmente, más allá de tener o no palabras bonitas y superarán las brechas del capital…
R.M.