Cuando el modelo es el empresario

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Desde la revolución francesa encontramos un proceso de concienciación paulatina cada vez mayor de los sectores populares en amplias regiones del mundo que debió ser atacado frontalmente y con astucia por las clases dominantes. La aventura de los «rabiosos» había dado sus frutos. La chusma, el proletariado que iba levantando la cabeza comenzaba sus propios procesos de identificación propia, y entonces, de posibilidad creativa mayor.
Poco a poco esa conciencia de la potencia se fue haciendo más y más peligrosa para las clases opresoras. Más allá de haber derrotado un par de embestidas populares, la idea de los que quitaban cabezas a los reyes no moría así nomás. Proletarios del campo y la ciudad, ahora obreros, comenzaron a tener en sus manos las herramientas para timonear su propio destino, La era de las revoluciones modernas había llegado con una bandera de libertad que parecía imparable.
La historia desde ahí, es también la historia de cómo los sectores mayoritarios de la sociedad fueron llevados a una identificación y dependencia inaudita con los sectores minoritarios que los explotan. La gran trampa sobre el vulgo no se instaló fácilmente y casi le cuesta a los opresores sus privilegios. La verdadera y más poderosa arma de guerra contra los pobres fue hacerles creer que los bienes sociales no les pertenecían, no creaban ellos la riqueza y que es el animal el que depende del parásito.

R.


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