Proveniente de las familias patricias que habían fundado el Uruguay. El apuesto Julio Herrera y Reissig tenía todas las condiciones para ser un gran político. Sin embargo, en el despertar del siglo XX devino en poeta de exquisitas formas, drogadicto y anti-social, utilizando reiteradamente sus dotes líricos para escupir el rostro hipócrita de la sociedad burguesa. De hecho, se rumoreaba que su tío, el presidente de la república Julio Herrera y Obes, es en realidad, su padre, pero su intransigencia visceral, no se canaliza en un anarquismo ideológico sino en un desplante vivencial con lo que la alta sociedad esperaba de él.
En 1902 “La Torre de los Panoramas”, el sucio altillo donde vivía, era el lugar elegido junto a sus amigos para fumar opio, inyectarse morfina y declamar eternas y oscuras poesías. Desde allí junto al anarquista Roberto de las Carreras, lanzaban textos provocadores, desafiaban contrincantes a duelos de esgrima y planificaban su guerra a la alta cultura burguesa.
Pero al poco tiempo, en 1910 y a los 35 años de edad su debilidad física y su afección cardiaca terminaron con su vida.
Su familia preparó un gran homenaje en el cementerio central, con la presencia del ex presidente Julio Herrera y Obes y el católico Juan Zorrilla de San Martín. Antes de que éste último hablase, de entre un puñado de anarquistas, vestidos con sus sombreros, melenas y sacones negros -de rigor en la época- Alberto Zum Felde, (conocido en esos años como Aurelio del Hebrón), amigo de Julio, decide romper con la hipocresía que dominaba el ambiente, tira su sombrero a suelo y exclama; “Anoche he ido a ver el cadáver de Julio Herrera y Reissig. (…) La sociedad mezquina en la que vivió estaba allí, representada por sus cronistas, por sus políticos, y por sus mercaderes. La gente en cuyo medio vivió como un desterrado, la gente que lo despreciaba por altivo y lo compadecía por iluso, la gente miserable que reía de la divina locura de su ensueño.
(…) He venido a lanzar una verdad que tengo en la conciencia, he venido a decir una verdad pura y sencilla como fue el alma del que yace, La única venganza digna de su inmenso dolor y de su inmensa alma, es que ahora os obligue a escuchar la verdad, es que ahora os ponga frente a la verdad, la indiscreta, la impertinente verdad.
Y la verdad es que vosotros, todos o casi todos los que rodeáis este cadáver, fuisteis sus enemigos.
Por vosotros sufrió, por vosotros le fue amarga la vida. Este que aquí reposa libre de las miserias de los hombres, fue siempre un paria entre vosotros. (…) Muchos de los que estáis aquí habéis venido solo porque el muerto lleva un apellido distinguido y porque su familia es de abolengo en el país. (…) Yo sé la frase que está ahora en muchos labios: “reconocemos su talento, pero creemos que su vida ha sido un error”. ¡Mentira! ¡Lo más grande que ha tenido este hombre es su vida! El talento es cosa que puede discutirse (…) todo puede ponerse en tela de juicio. Lo que es innegable, lo que es evidente, lo que es absoluto es (…) la belleza de su vida solitaria, orgullosa, erguida de un ambiente de adaptaciones mezquinas, como una rebeldía indomable de la dignidad del pensamiento. (…)
Sí señores, (…) lo que yo quiero deciros de una vez por todas es que, a pesar del homenaje sincero o no que aquí estáis tributando, este cadáver no os pertenece. Y si ahora os fuerais todos de aquí, no quedaría más solo de lo que está en este momento.”.
Una vez más lxs anarquistas se salieron con la suya ante la fuerza de la verdad lanzada al viento, sin permiso y en oposición a la moral burguesa. Allí se terminó la ceremonia y Julio pudo sonreír por última vez ante la osadía de sus verdaderxs amigxs.