La libertad es algo que se construye con los demás, el agua no está disociada de lo que somos. Nos hacemos colectivamente, con los demás y con lo demás. Incluso el egoísmo actual es una forma particular y potenciada por el mercado de vincularse con los otros. Vincularse a través de la competencia, la desconfianza y el recelo. ¿Hay algo que le sirva más a los partidos y al mercado que eso?
O nos convertimos en mercancías descartables de uso empresarial-político o entendemos la importancia del estar y luchar juntos. El tema del agua de estos días pone cosas fundamentales en cuestión. Los bienes comunes como mercancia, los camaleones políticos aprovechando, las necesidades de la gente, sobre todo de los más excluidos, y la necesidad de romper con un modo de vida donde nada vale porque a todo le ponen precio.
Entender que los bienes comunes no son mercancía, autoorganizarse para que sea lo colectivo como medio y fin lo que prime, basarse en la solidaridad, el apoyo mutuo y la acción directa. Restituir la fuerza de las personas a poner límites a las empresas, a los partidos y a los negocios.
No se vende, el agua se defiende!