“Si no esperas lo inesperado, no lo reconocerás cuando llegue, porque es misterioso e indescifrable”.
Heráclito.

La historia, donde es posible observar que nada está totalmente determinado, se entremezcla, a veces hasta desaparecer, con el “sentido común”. Sentido que se hace común gracias a la imposición sobre nuestras potencias de los poderes institucionales. El mundo de las empresas nos hace creer convenientemente en cierta imposibilidad del futuro. No hay futuro si todo es una repetición, y como en esas malas series de viajes en el tiempo, nos convencemos de que el mundo siempre es, fue y será igual en su esencia.
Entonces, puede que tengamos una oportunidad de cambio caminando frente a nosotrxs y no la reconozcamos. Puede que el “las condiciones no están dadas” con las cuales intentaban dormirnos lxs izquierdistas poseedorxs de un saber sacerdotal, se haya metido hasta el tuétano dentro nuestro. Puede que esperar tanto haya mermado las capacidades de hacer y que sólo estemos esperando lo esperable.
Anarquía es desobedecer en varios sentidos, desobedecer las leyes injustas, las imposiciones, pero también significa desobedecer a veces el “sentido común”. Quien se ha resignado, quien no espera sino lo dado, la repetición incesante de lo mismo, la reproducción de un orden social de dominadxs y dominadorxs, no puede entender lo nuevo.
Lxs anarquistas no tienen que esperar lo esperable, no porque sean ciegos fanáticxs o utopistas, sino por entendimiento y confianza. Primero, por entender que la imagen de continuidad del capitalismo es una ilusión, y segundo, por confiar en las capacidades de creación de las personas, de instituir su mundo una y otra vez.
Tenemos que fomentar, entonces, el esperar lo inesperado, esa disposición y confianza que ayuda a crear un imaginario social de cambio, de mejor vida, no perfecto pero si perfectible. No sea cosa que en el momento no la veamos y la oportunidad esté en frente nuestro.
R.M.