Mitad de semana | Herramientas anárquicas: la toma de decisiones horizontales.

¿Cómo se entiende desde lo antiautoritario un elemento imprescindible para la vida en sociedad, a saber: la toma de decisiones? O sea, ¿cuál es la propuesta anarquista para la lucha y la vida en común, y sobre todo, en lo concerniente a las reglas, los acuerdos y la toma de decisiones en sociedades “complejas” como las nuestras?
  Presentamos este textito ahora que una nueva reestructuración capitalista está en ciernes, que nuevas formas de control social se disputan, y disputarán, la primacía sobre nuestras vidas, y que tenemos la oportunidad histórica de oponernos terminando con el lastre nefasto de la sociedad jerárquica. El contagio del virus es biológico pero la pandemia es política. El problema que vivimos actualmente es capitalista y las soluciones responsables son sólo aquellas que nos separen del problema de fondo. No nos engañemos, no es el virus el peor problema sino el fondo de dominio que ha hecho posible la pandemia y las consecuencias sociales, económicas y culturales que viviremos a futuro.

  Lo simple de las cosas, las formas horizontales.

Las sociedades humanas han tenido desde que sabemos formas jerárquicas y estructuras autoritarias pero también formas horizontales de convivencia y acuerdo. No importa la perfección, estilo o qué alcance hayan tenido las formas de decisión autónoma, existieron, existen y existirán. Nos basta saber que las formas autoritarias son también el peligro (hoy más que nunca) y que nos han llevado a un abismo del que necesitamos salir cuanto antes. ¿Cómo es posible que millones de personas decidan en contra de sus intereses inmediatos? se preguntan muchxs. Una respuesta rápida pero real es que no lo han hecho. Han delegado su decisión más bien, que, aunque pudiera decirse que es un modo de decidir, es su opuesto.
  Las formas de gestión directa, comunal y horizontal no sólo se han dado en momentos revolucionarios (consejos obreros, asambleas, comunizaciones agrícolas, colectivizaciones industriales, etc.), y en las llamadas “sociedades igualitarias” (vivas desde el comienzo de la historia hasta ahora), sino que se dan hoy a nuestros costados. Grupos, colectivos y comunidades enteras aplican constantemente “el más simple de los modos” de decisión, e incluso, hoy es la característica de las luchas sociales generalizadas post caída del muro. Para ver la práctica horizontal en acción no es necesario recurrir a tratados antropológicos, etnográficos o históricos. Todas las personas han visto o participado de una o más estructuras horizontales donde sin pensarlo siquiera no han tenido la necesidad de un jefe o representante para funcionar.

  Las sociedades complejas.

  Pero ¿qué pasa con las sociedades complejas? Se dice. ¿Qué pasa en sociedades en donde hay estructuras energéticas descomunales para un consumo creciente y desproporcionado, donde la gente “no tiene tiempo” para verse y andar acordando todo sobre su vida?
  Acordemos primero que una sociedad “compleja” no es una sociedad numéricamente grande, si sólo fuera eso podríamos decir que ha habido experiencias de colectivización y autoorganización de la vida con tantas personas como las que están en Montevideo hoy y más (incluso aguantando los ataques de un ejército). No, no es una cuestión de número sino de complejidad. Vivimos en una sociedad ordenada bajo los designios del capitalismo financiero, marcada por la telemática y el consumo. Acá, además, con una economía volcada a los servicios y con una sociedad que aún no se repone del último ataque y reestructura del poder allá por el 73. Una respuesta coherente entonces, necesariamente debe incluir la reducción del consumo y la energía, así como la creación de relaciones nuevas para una vida ecológicamente sustentable y socialmente justa, o sea, libre.
  Decir que una sociedad compleja no puede decidir por sí misma es una aporía, una mentira y un encubrimiento. Es una aseveración que no es lógica, que no es cierta y que oculta los cientos de mecanismos que ya funcionan. Hay cientos de espacios de decisión en común y cientos de acuerdos (o reglas) que no son leyes y que respetamos aunque no haya un cuerpo armado para imponérnoslo. Las sociedades actuales son entramados complejos donde la interdependencia económica y las comunicaciones vacías (atomización de datos e imágenes) son esenciales. Queda claro que hablamos entonces de la necesidad de un cambio de base. Si la escala fuese cambiada (un mundo para vivir y disfrutar, no para aplastar a lxs demás, ni explotarlxs) puede ser modificada la sociedad, no necesariamente haciéndose menos “compleja” pero sí más sustentable y deseable.

  Decisiones cada día.

  Las decisiones hoy son tomadas por políticxs que llegan al poder a través de mecanismos de marketing y gracias a negociados empresariales. El espectáculo ocupó el lugar de la política transformándola y haciendo de aquella forma de cálculo del siglo XVI un dispositivo dependiente como nunca del mercado. Sí antes lxs políticxs eran representantes de una elite que lxs ponía ahí para que cuidaran de sus intereses, hoy son sólo payasos en un juego de actuación. Las finanzas cuidan por sí mismas de sus intereses.
  Si es reducida la centralización (energética, militar, policial y política) la sociedad puede cambiar sus bases sin necesidad de perder los “avances ganados”. Los diferentes grupos humanos además pueden decidir por sí mismos, contemplando y coordinando lo necesario con lxs demás. Si el mutuo apoyo es la razón del ser social, a nivel superior de cada asamblea solo quedan coordinaciones y no jefaturas. Las opciones para los territorios hoy no pueden definirse entre un nuevo aislamiento nacionalista, como se ve en Hungría, o la “libertad” del mercado regulando nuestras vidas, como proponen los neoliberales.
  La democracia capitalista se basa en la ilusión de participación y en un cuerpo armado que asegura el cumplimiento de esa ilusión. Rompiendo las estructuras simbólicas que sustentan el orden actual, basta encontrar para cada lugar los modos específicos de encontrarse y consensuar, siempre contemplando a quien no está de acuerdo, para desarrollar modos más satisfactorios de decidir sobre nuestras vidas.
  En contra de la ley, un tipo de regla basada en la coerción en una sociedad jerárquica, nuestra opción es el acuerdo basado en el entendimiento recíproco y la solidaridad. Nada tiene de fácil pero todo lo tiene de posible. Quitando los “agentes extraños”, lxs que deciden por otrxs desde arriba, y que nunca compartirán intereses, la apuesta es por la autorregulación de las comunidades. Diferentes núcleos decidiendo por ellos mismos y coordinando, a su vez, con otros. Claro que romper con la escala del lucro y el aprovechamiento para sustituirla por la comprensión y el mutuo apoyo no será aceptada por lxs defensorxs del orden. Una vez más, sin embargo, nos jugamos el futuro si no detenemos su reestructura.

  El rojo y negro de las cosas.

  Miles de grupos, asambleas y comunidades practican la toma de decisión sin necesidad de jefes en la actualidad, claramente una minoría inmersa en un mundo capitalista que los supera pero que muestra sus límites a cada minuto. Acá, además de los cientos de espacios que lo hacen hace años (gremios, sindicatos, clubes, grupos de toda índole, etc.), también hemos visto cómo organizaciones sociales, creadas de un momento al otro para alguna lucha concreta podían funcionar usando el consenso como método de decisión. Recrear los modos de vivir no es sencillo pero no partimos de cero y es una necesidad urgente.
  Volver a aprender a decidir colectivamente siguiendo nuestros intereses y no los del capital. Usar una historia rica en ejemplos y atreverse a romper con la dictadura del mercado negando al capital y su Estado.
  Pequeños grupos, colectivos más grandes, asambleas de barrios, núcleos geográficamente determinados, las posibilidades son muchas y las formas antiautoritarias infinitas. En tiempos en donde el capital financiero prepara una terrible reestructura empeorando las condiciones de vida, son los métodos directos y horizontales los que nos darán una oportunidad. La dictadura del mercado se prepara para ajustar sus tentáculos, teletrabajo, robotización, extensión horaria, competencia, autoexplotación y autoexigencia son apenas el comienzo. El peor virus es el capitalismo.

Regino. M.